Agárrate, tan fuerte como puedas que yo trataré de no soltarte nunca; te quiero llevar a lo más alto, a la cima de lo que pocos conocen, a la cima del verdadero placer y verte arder en llamas, gritando y llorando, llamándome por mil nombres pero nunca acertando el mío.
Te quiero ver allí, arriba de mí, encima de todo lo que nos rodea revolcándote y retorciéndote de extrañas sensaciones, esas que jamás has sentido y verte caer en picada de nuevo a mis brazos, a mis sábanas ya no tan limpias y engancharte a mi cuello para escuchar tu último aliento...
—¿Te gustó? Fue un placer para mí
—suspiros—
—Por cierto Eva, mi nombre es Adán.
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