domingo, 3 de febrero de 2013

La muerte, tu sufrimiento.

Y de repente quise saber que se sentía morir, fue algo así como un simple capricho. Además mi vida no valía mucho. Me metí en la tina y el agua está muy fría mientras mi cuerpo se mojaba desnudo en su totalidad. Pensé que podía ir y venir, una idea descabellada, o ir y nunca regresar aunque ninguna de las dos opciones me importaba mucho.

Me fumé mis últimos seis cigarrillos que se fueron tan rápido como si hubiesen sido solo dos. Nunca me retracto de lo que digo pero lo dudé, por un momento. 

Me sumergí, mi vista se distorsionó, mis oídos se taparon y mi respiración tan trancada que dolía. Cada segundo iba subiendo la intensidad de cada sensación, me gustaba. 

Todo iba bien hasta que llegaste a mis pensamientos, pero no una buena imagen, te vi lloran, gritando y maldiciéndome. Te vi con las rodillas en el suelo regando las plantas con tus lágrimas. Te vi escribir y fumar hasta sentir dolor del verdadero. Te vi sufrir, más de lo que yo estoy sufriendo en este momento. Pude ver tu vida descontrolada y sin rumbo, no sabía lo importante que era yo para ti y salté, salí del agua.

Pensé que podía pero viví la muerte y se sentía como tú sufriendo, eso es algo que no puedo soportar. Me declaro culpable de ser el débil que no puede verte sufrir. Al final la muerte se siente al dolor de tu ser amado  y eso, sencillamente es horrible.

Cogí el teléfono

—Aló?
—Te amo, te amo, te amo... 



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