jueves, 12 de septiembre de 2013

Vendado.

No veo, absolutamente nada, pero te siento muy cerca de mí pues tu respiración eriza cada uno de mis vellos y me hace sentir una extrañeza divina en el cuerpo. No te bastó cerrar las ventanas, apagar la luz y desnudarme, no, también decidiste vendar mis ojos. Ahora soy un muñeco, uno que se deja manejar y cumple todos los deseos que su amo le pide, le indica, lo fuerza. ¿Podemos empezar de una vez? No aguanto más espera.

Consigo tu cuerpo delante del mío, tembloroso pero la firmeza de tu piel es impecable. Lo primero que toco son tus hombros y ya conozco ese camino de memoria así que tu boca se sintió en la mía en pocos segundos.

Te sentí raro, pero no raro del malo, sino, autoritario y rústico. Pues fuertes mordidas que me hacían gritar dejabas en mi cuello, en mi espalda, en mis caderas, en mis nalgas. La fuerza de tus manos hicieron que cayera de rodillas y mi boca ya sabía lo que tenía que hacer. No paraste en ningún momento llevando un ritmo rápido y violento. Yo resisto. Hasta sentir el empujón que me dejó tirado en el suelo, desorientado.


¿Dónde estás? ¿Por qué no te escucho si quiera? ¿Te fuiste? Espero ansioso, pensé que estabas planeando algo más sucio pero, fue la última vez que supe de ti. Y dormí llorando, con los ojos vendados. 



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